LAS NUEVAS PAREJAS CON HIJOS DE OTRAS RELACIONES

 

    Las relaciones no son eternas, o bien están en continua transformación y/o la separación, en ocasiones, se hace totalmente necesaria. Vemos cómo más allá de la moral y del núcleo primero familiar, las parejas se separan y conocen a otras personas con las que deciden acompañarse en otro tramo de la vida. Con hijos, sin hijos, separados, divorciados, solteros… hay muchas combinaciones posibles en las relaciones, donde cada uno trae su historia particular, sus responsabilidades, otras relaciones…
   Gestionar los afectos (celos, envidia, hostilidad, tristeza…) en situaciones donde hay hijos de la pareja o hijos propios, donde hay un contacto continuado con las exparejas por cuestión de los hijos, donde hay que construirse un lugar en las nuevas familias,como la pareja de mamá o papá… se vuelve una tarea a veces muy compleja y sujeta a controversias. Porque eso sí, todo se construye. Producir esa posibilidad de convivencia está sobredeterminada por cuestiones propias que tienen que ver con lo infantil de cada uno, o con cómo es nuestra relación con ese padre, madre, hombre, mujer que hemos forjado en nuestro interior y que producen que sea esa situación y no otra y se “reviva” de alguna manera, se actúe, cuestiones no resueltas, reprimidas, de las primeras familias.
Poner de nuestra parte no siempre sirve, porque todos sabemos que hay algo que uno no puede evitar, y que vuelve a pasar una y otra vez, repitiéndose aunque se quiera controlar. El “esforzarse” y el “querer», puede ser el primer paso, pero son del orden de la conciencia. Todos hemos comprobado alguna vez que con eso no basta. 

   NO SOPORTO A LOS HIJO/S DE MI PAREJA. Hay que tener claro que el lugar que se ocupa al lado de otra persona está en el orden de otra categoría del amor. A veces se compite por ese lugar en el corazón del otro o la otra, pero hemos de ver que son posiciones totalmente diferentes. El amor es sumar, no es exclusivo ni excluyente. Cuando se quiere exclusividad es una relación infantil, como un niño cuando demanda amor a su madre. Habría que ver cómo se ama, cómo se habita la palabra amor. Cómo han sido mis relaciones familiares primeras, mi relación con mis hermanos y ese amor por el que se compite, que es el de los padres. Y eso se ve en cómo amo como adulto.
   Situaciones que tienen que ver con uno mismo, con esa carencia o esa rivalidad reprimida pueden estar poniéndose en juego con el amor de la pareja y sus hijos, que lo convierten a uno en uno más de los mismos, despertando ese niño interior.
No hay que olvidar el lugar que cada uno ocupa y no desplazar al otro. Hay un lugar para la pareja y otro para los hijos, si no, no hay hijos.

    Hay que tener en cuenta que para los hijos es difícil que su padre o su madre incluyan una nueva relación. Hay que tener paciencia y darles su tiempo. Dialogar, pero no reprimir, que puedan poner en palabras los enfados, los celos…. Hay un momento en el desarrollo de todo ser humano, en el que el niño comienza a desvincularse de ese ideal que tiene de los padres. Se siente incluso despreciado (siempre acontece alguna frustración, celos con hermanos, familiares…) y fantasea con la idea de que es adoptado. Le cuesta separarse de ese ideal infantil, donde los padres eran los mejores, los más poderosos y bellos y él era predilecto. Lo sostiene entonces en su fantasía. Esta es una de las bases de la civilización, pues el ser humano se tiene que separar de su familia, de esa autoridad, para ingresar en el mundo, en la sociedad y es un periodo muy doloroso. A veces, hay detenciones en esa época infantil, costando desligarse de ese ideal, de esos lazos libidinales (incluso ahí aparece la neurosis). Cuando hay nuevas familias, relaciones, en las que el padre y la madre tienen a su vez otras relaciones, hay que tener en cuenta estos aspectos y pensar que el rechazo y la rebeldía es, hasta cierto punto, normal.
También habría que cuestionarse cómo se le trasmiten a los hijos las relaciones con los otros. A veces uno es muy amoroso con ellos y cierra muchos lazos con otras personas, transmitiéndole esa forma de amar un tanto excluyente para con los otros.
Hay quien se siente culpable por los procesos de la separación y esa culpa inconsciente por deseos, pensamientos reprimidos, se puede transformar en lo contrario, en un proteccionismo y un amor exagerados que propician a que el hijo rechace otras relaciones. Entonces, cuando un hijo es excesivamente celoso e intenta manejar las relaciones de los adultos, tiene que ver con los padres (padre, madre) en cómo transmiten eso.

    NO SOPORTO A SU EX. Los ex son, en muchas ocasiones, motivo de numerosos enfrentamientos. Tolerar que amo a esa persona porque es producto también de otras relaciones que forman o han formado parte de su vida, no todo el mundo es capaz de asimilarlo. Ser únicos para el otro corresponde a un periodo infantil del niño y la madre.
Los celos pueden jugar un papel muy importante en estas relaciones. Sabemos que detrás de los celos hay un deseo. Son estructurales, porque es con la llegada del tercero, la ley del padre, que puedo separarme de la función madre y entrar en el mundo, desear otras cosas, otras personas. Entonces, cabría preguntar ¿qué es lo que me llama la atención de esa persona? Tal vez a hay algo que veo en el otro que en mí me gustaría trabajar, obtenerlo. Los celos, bien canalizados (no padeciendo de ellos), pueden ser utilizados para mejorar, incluyendo la categoría de trabajo.
Es interesante también cómo a través de una palabra, algo de una escena, una imagen, etc. es decir, algo que es significante para esa persona, me lleva, a través de la asociación (ej el rosa de la pared despierta en mí un afecto que, asociativamente corresponde al nombre Rosa de mi madre, o una escena que he reprimido), corresponde en realidad a otras cuestiones más profundas que no pueden hacerse palabras y que se traducen en esa posición psíquica ante la realidad, o incluso un síntoma. Por ejemplo, a veces esa fijación hacia la expareja del otro, puede tener que ver con la relación propia inconsciente, reprimida de uno mismo hacia otra persona. Es como si se transfiriera ese afecto, de manera que parece real ese rechazo que uno tiene hacia esa persona, pero en realidad se corresponde a un fantasma emocional, algo que en mí no tolero, algún deseo que no tolero, algo reprimido, que produce un choque con la moral acusadora y que, por proyección, como si fuera un espejo, se pone en el otro.
Los mecanismos de la mente son muy complejos. Por eso es que razonar no sirve. Cuando algo se reprime, toma formas inusitadas, y necesita de la interpretación psicoanalítica para que pueda ser otra cosa y no nos veamos “afectados”. Hay quien se detiene en un afecto y no puede salir de él, y ahí, es cuando hay que sospechar que en realidad, se refiere a otra cosa.
Puede ocurrir que un sentimiento esté encubriendo otro, es decir, odiar muy intensamente a alguien, indica un amor reprimido igual de intenso. Lo que ocurre que lo que nuestra moral rechaza, lo que conscientemente decimos que no, inconscientemente hay una especie de atracción, deseo, que no se ve tal cual, si no que se puede transformar, a través de ciertos mecanismos psíquicos, en lo contrario, por ejemplo. Esto explica ciertas relaciones en las que se mantiene un vínculo del que uno no se puede desligar. Continúan odiándose toda la vida, para mantener ese amor, ese deseo oculto del que ni siquiera se sabe. Hay que recordar que hasta del peor enemigo se puede gozar con los ojos cerrados.
Construir relaciones sanas tiene que ver con poder desligarse de los fantasmas emocionales que, a través de los lazos de la actualidad se manifiestan, llevando a situaciones cargadas de malentendidos, reproches, situaciones inverosímiles donde no se pueden explicar ciertas conductas si no desde el psicoanálisis y lugares donde unos hijos, un padre y una madre se mezclan, sin posibilidad a que se construyan los límites adecuados