La angustia es un estado normal que acontece en todas las personas antes de realizar cualquier actividad. Nos previene del susto, es un estado de alerta, donde prepararnos ante cualquier estímulo. Por ejemplo, cuando conducimos no estamos del todo relajados, sino que tenemos un grado de activación que nos permite reaccionar de manera que no recibamos un impacto con un cuantum de energía muy elevado que nos sería dificultoso gestionar. Porque los estímulos tanto internos como externos se elaboran a través de lo psíquico. Nuestro aparato anímico hace efectos de descarga, donde en el incremento de tensión esa energía psíquica o libido tiene que liberarse, y a veces lo realiza en forma disfrazada, en calidad de satisfacción sustitutiva o síntoma.
De un peligro exterior se puede huir ¿pero qué ocurre cuando es un peligro interno, es decir, ciertos deseos, pensamientos, que no son tolerados y que actúan en nosotros buscando un exutorio?
Es la angustia neurótica, donde no se puede huir de los propios deseos, reprimidos por un complejo mecanismo psíquico por ser intolerados, por no poder manejar ese cuantum de energía y que actúan en nuestra realidad, la salida del afecto, es en forma de síntoma (sensación de ahogo, taquicardia, vértigos, fatiga constante, sudoración, insomnio, miedo a volverse loco…). Así desaparece la excitación libidinosa y aparece en forma de angustia.
El factor sexual es un factor muy importante en calidad de lucha de fuerzas en nuestro aparato psíquico. La frustración en la sexualidad ante el incremento de la cantidad de excitación puede tener unas consecuencias u otras y que algunas veces son indeseables, incongruentes, y que de nada se sabe de ellas sino es por la interpretación psicoanalítica. Las excitaciones frustradas no derivadas y que no llegan a un término satisfactorio, desaparece la excitación libidinosa y da paso a la angustia. Pasa por ejemplo cuando en parejas donde el marido no tiene una potencia sexual normal, cuando se abrevia el acto sexual o se interrumpe. Sí ¿no sabían que ciertas prácticas como el coito interrumpido o marcha atrás, en su persistencia, produce angustia? Sobre todo en las mujeres. Cuanto más libidinoso es el temperamento de la mujer y encuentre en sus relaciones una amplia satisfacción, su reacción ante el coito interrumpido será mayor, con manifestaciones de angustia. En cambio, si la mujer es anestésica sexual o poco libidinosa el efecto no será tan intenso.
También es cierto que la abstinencia o restricción sexual y la angustia son directamente proporcionales. Es interesante observar cómo en fases de la vida como la pubertad y la menopausia, donde se favorece la exaltación de la libido, son las etapas donde aparecen numerosos casos de angustia. Por ejemplo, en la adolescencia existe la llamada “angustia virginal” y en la menopausia los típicos sofocos, acaloramientos, que en ambos casos tienen que ver con un desbordamiento, una inadecuada gestión psíquica de los deseos sexuales. La sexualidad en la mujer en esta edad, ya no está ligada a la reproducción, y hay un incremento de la libido.
El sexo no cae, y el Psicoanálisis permite simbolizar, a través de la palabra, la conflictividad psíquica entre los deseos y la moral. La moral sexual cultural indica formas de vida, renuncias, donde vemos que todas las personas no tienen las mismas necesidades y disposiciones, y que las vías en las que se resuelven estos conflictos pueden ser o bien la insatisfacción, la culpa o los trastornos nerviosos. Lo sexual en el ser humano es todo lo tocado por la palabra y quien no pueda gozar de algo que es propio de la especie, no puede gozar de otras cosas. El psicoanálisis permite que la sexualidad, pueda ser otra sexualidad, más acorde a tus deseos y necesidades, teniendo en cuenta también la realidad.
Laura López, Psicoanalista Grupo Cero