Hay personas que acuden a terapia de pareja buscando un juez, alguien que dicte un veredicto para ver quién tiene la razón, quién de los dos está equivocado para seguir aferrados a su lógica y sus razonamientos. El amor tiene que ver con la generosidad, con transformar ciertas formas de relacionarse que están más en relación con la soberbia y con cuestiones enquistadas que “saltan” ante cualquier situación que se denominan “discusiones tontas”. A través de esas disputas se ponen en juego hostilidades, formas de pensar como lo que tiene que ser una pareja y no coincide con la persona que se tiene delante, cosas del pasado que aún siguen ahí y que se lanzan disfrazadas como un arma arrojadiza.
Hablar no es eso que dicen, de acusarse y echarse las cosas en cara. Es poder respetar al otro, tolerar las diferencias, no querer imponer formas de hacer. Es transformarse en la relación, poder llegar a acuerdos donde se pueda conversar tranquilamente.
El terapeuta os ayuda en ese proceso, pero no es un juez, ni una mamá que os dice lo que tenéis que hacer, la solución la tenéis que encontrar vosotros, guiados por la escucha y las interpretaciones del terapeuta.
Si hay una resistencia a hablar, a desvelar eso que de mí ni siquiera sé, y que se produce en las conversaciones, el terapeuta no es un adivino, no tiene una varita mágica que tiene las respuestas a todo con nada más veros. Es un profesional, alguien que trabaja y se implica en escucharos, pero la escucha tiene que ver con la palabra.
Eso que uno acusa y echa en cara, se convierte también en una lanza contra el terapeuta, donde se trata de invertir los papeles y lo utilizan también para acusarle y echarle en cara de eso que no me das y que yo necesito, como le pasa con sus otras relaciones. Se transfiere de relación en relación.
Estar en la demanda infantil, no jugarse ni querer transformar en nada la forma de relacionarse, seguir acusando y echando en cara, pero sin querer invertir en un espacio para trabajar.
La situación en la que estáis ya responde a una forma de pensar, a una tendencia donde no es cuestión de pautas, pasos, eso es algo superficial y muy genérico que no sirve para nada. Tal vez tendríais que pensarlo de otra manera ¿qué os lleva a estar en esa situación, a llevar las discusiones hasta ese punto? Para poder indicaros hay que establecer esa relación. Cuando uno se apunta a la autoescuela en la primera clase no se puede pretender saber ya conducir. Tiene que haber un trabajo, una constancia, donde se van estableciendo los pasos y ahí es cuando se pueden hacer indicaciones.
Si no, estamos hablando que puede haber un deseo de separarse o de seguir aferrados a esa forma de relacionaros, que, en muchos casos, es lo que más une, un síntoma que hace sufrir para tomar venganza hacia el otro.
Laura López, Psicoanalista Grupo Cero,
psicóloga y terapeuta de parejas